Ayer, como en muchos lugares, llegaron los Reyes a mi pequeño pueblito en las faldas de Montserrat. Es un pueblito medieval con mucho encanto y, con mucha vida de comunidad a pesar de que solo vivimos aquí apenas 100 almas.
Cuando Sus Majestades Los Reyes Magos de Oriente anunciaron su presencia, salí a dar una vuelta a ver cómo estaba la celebración y me pasó algo curioso: viendo a los peques felices, los padres y madres, los villancicos, las carrozas y todo el ambiente de felicidad, sorpresa y magia yo, me eché a llorar y, me tuve que volver a casa.
Estas navidades han sido diferentes, duras en algunos aspectos y superrelajadas en otros. He descansado, he estado con la gente que quiero, algunos en la distancia y otros a mi lado, todos conectados a través del corazón, pero… mis padres no estaban.
Fallecieron hace unos años y ayer, al presenciar esa magia que se desprende las noches de cabalgata real, de repente me di cuenta de que ya no están y de que esos momentos mágicos no volverán.
También me di cuenta de lo afortunada que soy, de haber podido vivir momentos mágicos irrepetibles con ellos. Soy realmente afortunada por tener recuerdos, de esos buenos, auténticos y reales, de esos que de verdad importan, que quedarán por siempre grabados en la memoria de mi existencia y que, serán lo único que me llevaré conmigo el día que sea yo la que cruce el arcoíris.
Hoy quiero daros las gracias a todos, a las personas nuevas y maravillosas que trajo el 2022, y a todas las que siempre estáis ahí.
En este día de Epifanía, yo le pido a los Reyes Magos que en este nuevo año 2023, hoy y siempre, mi vida esté llena de experiencias que valgan la pena ser vividas y de recuerdos y memorias compartidas con todas las personas y seres queridos importantes para mí.
Quiero poder seguir apreciando su compañía, dándome cuenta de la magia que existe en cada pequeño momento, en esas palabras cercanas, en esos gestos de cariño y en esos pequeños detalles que hacen que cada día sea un regalo.
¡Gracias!
© Ana Hernández All rigths reserved
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